Betolaza

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domingo, 2 de septiembre de 2012


 Betolaza
Desde Barajuen, la anteiglesia del valle de Aramaiona objeto del anterior capítulo, bajamos a Betolaza en la histórica Hermandad de Ubarrundia, lugar ya abierto a la Llanada de Alava. Podemos bajar por dos caminos, el que desde Jarindo llega hasta Landa, localidad también de Ubarrundia asomada al valle de Gamboa, o por otra ruta menos directa desde Barajuen, aunque muy transitada como salida natural desde Aramaiona a tierras de Ubarrundia y la Llanada: el camino que siguiendo, aguas abajo, la corriente del río Urquiola llegaba hasta Elosu y Nafarrate, limítrofe con Betolaza.
Confina también Betolaza con Buruaga, localidad estudiada en el tomo anterior de esta obra con las restantes de Zigoitia; Buruaga está situada a corta distancia de Betolaza por los caminos viejos que comunicaban las hermandades de Ubarrundia y Zigoitia, ésta en las estribaciones del Garbea, y las dos señoríos jurisdiccionales de los Mendozas del Infantado.
Betolaza, en el paso a la Llanada de Alava, y abierta a los caminos de las laderas del Gorbea, al valle de Aramaiona y a las rutas de Gamboa hacia Arlabán, fue por su situación un punto notable en las comunicaciones alavesas, ya en el medioevo.
En la ermita de San Antón de Betolaza se encontraban los arrieros y trajinantes que por Miñano Mayor y Ziriano llegaban desde Vitoria, con los que venían de Guipúzcoa por Arlabán o por los caminos del alto Deva, y con los vizcaínos que del Duranguesado bajaban siguiendo el río Urquiola, o por Barázar y Ubidea entraban también en Alava. En otra ermita aneja también a Betolaza, la de San Juan de Eltea, celebraban sus reuniones, desde tiempo inmemorial y bien documentadas a partir del siglo XII, los vecinos de Betolaza, de la próxima Ziriano y de Nafarrate, aldea de Villarreal, como lugar de cómoda comunicación entre pueblos y concejos.
Aparte de estas ermitas y encrucijadas, quedan en Betolaza fuentes documentales que dan fe de la importancia de la trajineria que transitaba por sus caminos, transportando mercancías de Castilla y vino de La Rioja hacia las villas y pueblos de la costa.
En las ordenanzas de la cofradía de arrieros titulada de "San Antón de Legarda y Nuestra Señora la Antigua de Mendiguren" , capituladas en julio de 1532 y aprobadas por el emperador don Carlos en 1537, Ubarrundia era una de las catorce cuadrillas que componían la cofradía, agrupación de "tratantes en el trato de la mulatería" que -dicen las ordenanzas-, "andan por muchas posadas y mercados" y pasan "por la concha de la Puebla o por el puerto de Peñacerrada, o por el puerto de la Población", camino de Castilla y La Rioja, "o por Arlabán y San Juan que es a la parte de Oñate", o por los pasos de Vizcaya que salían a la costa. Betolaza y sus vecinos, participando en las juntas de cuadrilla de esta cofradía, se reunían en ellas con otros cuadrilleros cofrades;  en 1628 figuraban así, en la elección del regidor y los mayordomos, entre otros trajinantes según ordenanza, Martín de Aguirre, vecino de Betolaza y Juan Martínez de Betolaza, "vecino dende", con otros cofrades ele Betolaza, Ziriano y Urrúnaga, documentados en junio de ese año.
Los trajinantes de Betolaza se reunían también, en defensa de sus derechos en los recorridos y en su paso por ventas y mesones, con otros tratantes de las localidades más próximas. Así cuatro vecinos de Betolaza acudían, con los cofrades de los pueblos vecinos, a la junta de la "Cofradía de Santa María de la Asunción de el lugar de Arroyaue" , "que son las quadrillas de Ubarrundia y Arraçua" reunidos en 16 de mayo de 1637 "para guarda de sus privilegios" y para que "si fuera necesario", "se puedan juntar con los regidores y juezes de la cofradía de santa ma de mendiguren y de las demás cuadrillas ".
Con objetivos idénticos se reunía en 1654 "la Confradía de traxineros de la quadrilla de nra Sra. de Vetolaça" y se nombraba el procurador que, por tiempo de un año, representaría a los cofrades con poderes "en las audiencias y tribunales que convenga", en las denuncias "a los mesoneros y albéitares que no usaren de los dhos oficios bien y fielmente como son obligados", y en ·Ias visitas a mesones, medidas, pesebres y cribas" de las ventas y posadas. Entre los electores y los otorgantes de estos poderes se reunían en Betolaza seis trajineros vecinos del lugar, cinco de Urrúnaga, cuatro de Ziriano y uno de Nafarrate "por sí mismos -dicen-, y en nombre de los demás confrades".
En esta dedicación al trato y trajinería por parte de los vecinos de Betolaza, no podía faltar en el Jugar una venta que acogiera a los arrieros y negociantes. Posaban, en efecto, en Betolaza los tratantes que, con sus mercancías, llegaban de "la Rioja Alta y Vaja, Navarra y Castilla" con sus «requas de machos», «camino de la villa de Vilbao y otras partes». En 1774 y 1777 el ventero Celedonio Martínez de Luco daba posada a arrieros y a otros traficantes con vinos de La Ríoja hacia tierras de la costa.
Este lugar, transitado desde el medioevo, estuvo defendido por una torre, bien documentada aunque inexistente hoy.
Los documentos del siglo XVIII citan, como muy conocida, «una rain llamada Torreco perraia, sita en el parage de Mendía, que es también muy notorio», en las proximidades "de la torre", situada así en una "altura", según la toponimia. Por otra parte, eI cronista alavés Fray Juan de Vitoria daba noticia en 1591, en el manuscrito que titulaba ,Antigüedad de España», de la existencia de "dos solares en Betolaza, uno grande y rico", "y en Betolaza -dice también-, hubo una casa grande, a manera de castillo con foso y puente levadizo, cuyas ruinas, foso, etc. duran". Respecto a sus señores, dice Fray Juan de Vitoria, que la torre "vino por casamiento a ser del linaje de Mendoza", siendo solar "inmemorial y de parientes mayores".
Buscando los restos señalados por el P. Vitoria en las alturas próximas a Betolaza, hallamos en la década de 1960 una heredad llamada "Torrabea "situada al Sur del pueblo, en las proximidaeles del mismo, junto a los términos nominados "Bustínebea" y "Padurea", en un punto elevado dominando las rutas citadas, y a la vista de las ermitas aún conservadas, de San Antonio de Betolaza y San Roque de Ziriano. No quedaba resto alguno de la torre, aunque, según recordaban entonces los vecinos de Betolaza, hubo en el lugar una pequeña parcela desaparecida en la concentración parcelaria que, por sus medidas y emplazamiento, pudo ser el recinto de la torre y su pequeño entorno.
El P Vitoria habla de dos solares "inmemoriales" en Betolaza, seguramente origen del apellido toponímico que, con los patronímicos Iñiguez, Díaz, Pérez, Martínez y García, figura en la historia de Alava desde el medioevo.
Los Betolazas eran miembros destacados de la Cofradía de Alava y, como tales, acudían a las Juntas de Arriaga. En la de 15 de julio de 1262 se encontraban Martín Pérez de Betolaza y su hermano Pedro García cuando, con "todos los otros fijosdalgo" hicieron libres de pechos a los moradores ele Aguirre y Lacha, pueblos "del compás de Barría" y señorío jurisdiccional del monasterio cisterciense del lugar.
Cuando a comienzos del siglo XVI,  la Provincia de Alava y las Juntas Generales de sus Hermandades, presididas por el Diputado General, eran ya realidades firmes en la historia alavesa, en las Juntas de Provincia se repite el apellido Betolaza en los representantes de la Hermandad de Ubarrundia. Así figuran en las actas de 1505 y 1510 el procurador lestamentarias destinadas a las obras y al culto de la iglesia y de las ermitas ele Betolaza, instituyendo memorias y aniversarios y fundando obras benéficas a favor de sus convecinos, según veremos.
Mientras, algunos Betolazas actuaban en la milicia o embarcaban hacia territorios ele Ultramar. Como "hombre de armas" figuraba en 1607 el vecino de Betolaza Pedro Maltínez de Betolaza, al igual que, sin duda, lo eran otros miembros del mismo apellido. Otros, navegaban hacia las tierras recién descubiertas, como Juan Martínez de Betolaza que en 1578 embarcaba para Filipinas con el gobernador Gonzalo Ronquillo, viaje en el que asimismo se enrolaba Martín García, natural también de Betolaza. Con Ronquillo iban a Filipinas más de cuatrocientos pasajeros, cincuenta y uno con sus mujeres, algunos matrimonios con sus hijos, y muchos como oficiales en diversas profesiones y actividades, todos en una organizada expedición de poblamiento; recordemos que durante la gobernación de Gonzalo Ronquillo se instaló en Manila el primer obispo, el alavés de Labastida fray Domingo de Salazar.
Se cita a Betolaza en el siglo Xl ya en la comarca de Ubarrundia, demarcación que entonces comprendía diez y nueve pueblos, en el documento de la "Reja de San Millán". Betolaza pagaba entonces al monasterio dos rejas de hierro al año, tributo correspondiente a veinte casas; era, al igual que Gamarra Mayor, que en el documento figuraba dentro de Ubarrundia, un pueblo importante con sus veinte vecinos, mientras los restantes de la circunscripción, a excepción de Gamarra, contaban, en su mayoría, con diez casas y cuatro de ellos no llegaban a este número. Betolaza, como otros pueblos de Alava, se resistía a pagar este tributo, secular y fuera ya de sentido, cinco siglos después de establecido; el 14 de mayo de 1598, reunidos los vecinos del lugar "a campana tañida", "en la puerta de la iglesia de Santa María", otorgaban carta de poder y representación de sus personas y su concejo al procurador que, en la audiencia y chancillería de Valladolid, debería representarlos en el pleito  que trataban con el abad, los monjes y el monasterio riojano sobre "ciertos maravedíes de tributo no debido que les piden en la dha real audiencia llamado la reja de San Millán", pleito que venían tratando hacía cuarenta años, sobre el tributo que Betolaza había pagado en el medioevo, como una de  las aldeas más pobladas del entorno.
Y así, la iglesia de Betolaza pudo levantar su templo románico, de buena fábrica y bien decorado, a juzgar por los restos que aún se conservan. También entonces, el obispo de Calahorra don Rodrigo de Cascante, el mismo que construiría la obra románica de Armentia y suscribiría el fuero de Vitoria, destinaba al cabildo y a la iglesia de Calahorra en 1156 los tercios y los cuartos decimales de muchas iglesias de su diócesis; y, entre las de Alava, de acuerelo con su arcediano, les cedía los cuartos de "Betolaza" y de otras iglesias de Ubarrundia, donación que don Rodrigo ratificaba en julio de 1179, a su regreso del concilio de Letrán . En 1200 el obispo Juan González Agoncillo confirmaba de nuevo esta asignación, que reconocía, asimismo, en 1205 el arzobispo de Tarragona.
La iglesia de Betolaza era una parroquia rica, si consideramos el número de clérigos que podía  mantener. En los años finales del siglo XlII contaba con cinco beneficiados "Garsia Dominici et Petus Petri et Garsias Cirritus et Johannes de Mendia el Johannes Dominici"  El clérigo Johannes de Mendía procedía acaso del solar torreado y noble de Betolaza, situado en el lugar llamado "Mendia",  así documentado en el siglo XVIII como hemos visto.

Al mediar el siglo  XVI, la iglesia de Betolaza, entonces dentro del arciprestazgo de Zigoitia, tenía veintiocho casas feligresas y recibía de primicias y de la renta de heredades setenta fanegas de pan mixto al año, cantidad importante respecto a las restantes del arciprestazgo y similar a las percibidas por las parroquias limitrafes de Ziriano y Miñano Mayor. Betolaza tenía entonces cuatro beneficiados al servicio de su iglesia. 
 
La feligresía, de veintiocho vecinos del siglo XVI, llegaba a treinta y siete, como veremos, a finace les del XVIII. Entre estas fechas, contando Betolaza con una población importante en su número respecto a otras parroquias próximas, y con vecinos de holgados recursos, como venimos anotando, se construyó y se decoró la cubierta del templo, se erigieron sus retablos y se realizaron las principales obras, según describiremos, entre ellas su torre, una de las más esbeltas del entorno. 
Los recursos principales de esta feligresía, aparte de la dedicación a la trajinería de algunos de sus habitantes, procedían de la labranza y del aprovechamiento de los montes del circuito. Tenía -se escribía en el siglo XVIII-, "a legua y media hacia la parte del Norte, confinando con el señorío de si. Vizcaya, en jurisdicción de Villarreal, un Monte bravo, llamado Ayago-con "robles, ayas, acebos, avellanos, sauces, perales silvestres, mucho pino albar y otros arbustos". "En dicho monte -continúa la nota-, hay varios sitios o parages en que según los antiguos se sacaba vena de fierro, pero en el día no se beneficia esta materia"
Este monte de Ayago era común de los lugares de Betolaza y Ziriano en Ubarrundia y del de Nafarrate, aldea de Villarreal, y se administraba por los concejos de estos lugares que se reunían en Betolaza, a las puertas de la ermita de Señor  S. Juan", «en ayuntamiento" para conservación del monte, el cumplimiento de las ordenanzas de la comunidad y el mejor aprovechamiento de sus recursos; porque «en la ermita de S. Juan deltea" tenían ,de uso y costumbre" de reunirse "para bien y utilidad  de dichos tres lugares", según se lee en los acuerdos de sus juntas, como tradición ya vieja en el siglo XVII.

Parte de la leña de este monte se destinaba a la fabricación de carbón; recordemos la actividad de las ferrerías de Villarreal en esos momentos, con la correspondiente demanda de combustible para sus hornos. Las cortas se sacaban a remate mediante ciertas condiciones señaladas en las subastas. Así, se indicaban con una cruz en 1749 los doscientos veintinueve robles "secos e inútiles" que no servían para rama ni material, situados "en el monte de Aiago" y «paraje de Diego Vizquerra«, «los quales se han de cortar por pie", según las condiciones previas a las pujas; por contra, "otros árboles, senalados con dos cruces", podrían utilizarse sólo "para hacer en ellos el esquilmo y corta de Ramas de  Aias", prohibiéndose también, expresamente, cortar por pie o por rama el espino albar, el acebo, el avellano y "solo sí los salzes " ; las talas ajustadas deberían realizarse "por los menguantes de febrero y marzo" de 1750 y las cortas de los inútiles "en cualquier tiempo del año". Atentos con tales cuidados a la conservación del monte común, los tres concejos "parcioneros" subastaban el trasmocho de la rama y la corta de los árboles inútiles señalados -que fueron por fin cuatrocientos un pies-, por 3.700 reales de vellón y seis cántaras de vino en diciembre de 1749.
De este monte se extrajo además, como veremos, la madera necesaria para la realización de obras importantes en la iglesia de Betolaza, como las de su cubierta en los años 1686-1687.
Tenía también Betolaza, "desde tiempo inmemorial" y en comunidad con Nafarrate, el aprovechamiento de las dos dehesas de "Ysasia» a "Ysasibarria". Para su gobierno, ambos concejos se reunían en el campo de "olaue çarpe-que estaba -se escribía-, "entre los lugares de Betolaza y Nafarrate". En este lugar, "sito en la dehesa del lugar de Vetolaça" se aprobaban en enero de 1592 las cuarenta y seis ordenanzas a observar para el aprovechamiento y la explotación de dichas dehesas.
La labranza era, sin embargo, el medio de vida común entre los vecinos de Betolaza, que recogían, según las descripciones de las Hermandades del Duque del Infantado, un total de 1.800 fanegas "de todo gran"» a finales del siglo XVIII, cosecha que elevaba a 2.340 fanegas el diccionario de la Academia de la Historia de 1802. La feligresía de Betolaza alcanzaba entonces 222 habitantes censados en 1786. El censo señalaba sesenta y ocho hidalgos y sesenta y ocho -seguramente los mismos-, se dedicaban a la labranza; había también tres beneficiados al servicio de la iglesia, seis estudiantes, un oficial "fabricante" y diez criados en las casas de Betolaza. Las descripciones de las Hermandades de Arrázua Ubarrundia, entre las otras del Duque del Infantado, registraban treinta y siete casas y otros tantos vecinos en el conjunto de la población de Betolaza, cifra repetida en el Diccionario de la Academia.
Entre las primeras fundaciones dotadas en Betolaza, en beneficio de su vecindario, se encontraba el "arca de Misericordia". Ya en 1584 y en años sucesivos, hallamos legados testamentarios destinados a incrementar su depósito, en favor de los necesitados de grano antes de cosechar el que habían sembrado, como la manda de "dos fanegas de trigo del primer agosto", "para la arca de misericordia", otorgada en dicho año por Sebastián Iniguez de Betolaza.
La generosidad de otros vecinos de Betolaza a lo largo del mismo siglo, para aumento del fondo de los préstamos del arca, responde a la iniciativa del promotor de éstas, el obispo de Calahorra don Juan Bernal Díaz de Luco, aún en la memoria en los pueblos de su tierra de origen y con parientes, todavía próximos, en la aldea de Luko limítrofe con Betolaza; así parecen mostrarlo varios testamentos de los vecinos de Betolaza, con mandas de trigo para el arca registradas en el mismo siglo XVI, cuando los otorgantes habían podido conocer aún al obispo don Bernal, y continuadas a lo largo del siglo XVII.
Cuando, como era corriente sobre todo en el siglo XVIII, las arcas de misericordia, ya menos necesarias, "resumían" sus fondos en su totalidad o en parte para atender, casi siempre, a las obras de los templos emprendidas entonces, Betolaza vendía también el trigo de su arca mantenida a lo largo de dos siglos. En las cuentas parroquiales de 1764-1765 ingresaban en la iglesia los 1.188 reales, precio de las cuarenta y cuatro fanegas de trigo del fondo de préstamos aplicado a la parroquia; como veremos, en esas fechas se reparaban los ornamentos y se hacía el cancel de la puerta principal.
Otra fundación, la destinada en Betolaza a dotar doncellas necesitadas, había sido dotada por el bachiller Juan Martínez de Betolaza, cura y beneficiado de la parroquia del lugar. En 1632 el patrono del vínculo fundado por el bachiller y su heredero universal, Baltasar Pérez de Betolaza, era asimismo patrón de la fundación instituida por el bachiller para ayuda cada cuatro años del casamiento de una doncella huérfana, dotándola con cuarenta ducados.
No puede resultar extraño, por otra parte, el hecho de que en 1786 hubiera en Betolaza seis estudiantes, ni la repetición del apellido "Betolaza" entre los bachilleres, curas y escribanos que figuran en el pasado del lugar y aparecerán en el presente capítulo, conociendo el interés de los vecinos de Betolaza por la instrucción de sus hijos, con iniciativas a veces particulares. Así en 1674 se destinaba a habitación "sin renta" para el maestro, la casa de los herederos de Juan Iniguez de Betolaza tenían junto a la iglesia; y, contando con ella, varios vecinos de Betolaza concertaban con un maestro que, durante un año, y ocupando dicha vivienda, enseñase a sus hijos "a leer, escribir y contar" , "con la vigilancia y cuidado para que puedan aprender en la escuela"; le pagarían "un sueldo de veinte ducados en dinero más una fanega de trigo por cada muchacho de los que escribiesen y media por los que leyesen.
Respecto a las honras, memorias y aniversarios fundados y mantenidos en Betolaza, recordamos en estos siglos "las caridades" ofrecidas a los asistentes a las exequias y a las honras fúnebres de los vecinos.
En 1584, por ejemplo, el ya citado Sebastián Iñiguez de Betolaza mandaba que "a la buena gente" que acudiese a su entierro se le diese "en nombre de caridad, sendos coartos de pan, y, a cada, dos bezes de vino tinto para que tengan mejor cargo de rogar por mi anyma" , según se lee en su testamento. Esta costumbre se mantenía en siglos posteriores. Así en 1742 Manín Díaz de Betolaza disponía que el día de su entierro se diese a los asistentes la cantidad de pan y vino acostumbrada, para que encomendasen a Dios su alma.
Durante siglos, hasta comienzos del siglo XIX, se mantuvo, por último en Betolaza, una curiosa "caridad" fundada, cuando menos, en el siglo XVII, por Mari Bilbao. Como veremos, la otorgante había legado ciertas heredades a la iglesia con la obligación de que cada año se repartiesen cuatro azumbres de vino entre el concejo y los vecinos que el día de San Juan concurriesen a la iglesia en su memoria, a rogar a Dios por su alma. El pago de este "refresco" o "caridad" se anota en las cuentas parroquiales hasta las de 1812-1813; "el vino del aniversario de San Juan" no vuelve a aparecer en las cuentas parroquiales a partir de esa fecha
Las treinta y siete casas de Betolaza con otros tantos vecinos, registradas, como queda inelicado, a finales del siglo XVIII y en los primeros años del XIX, habían bajado a veintinueve y 158 habitantes a mediados del mismo siglo, computados en el diccionario de Pascual Madoz; por entonces, según el estadillo sobre los bienes del clero y las iglesias de Alava publicado por la Diputación Foral en 1842, Betolaza tenía dos beneficiados al servicio de su iglesia, uno de ellos vacante, y percibía en concepto de diezmos y primicias 4085 reales, cantidad respetable entre las obtenidas por las restantes iglesias de la vicaría de Zigoitia, en la que se encontraba Betolaza. Durante la segunda mitad del siglo se acusaba una fuerte baja demográfica; el censo del Instituto Geográfico y Estadístico de 1888 registraba en Betolaza sólo 53 habitantes de hecho y 54 de derecho .
Al comenzar el siglo XX había en Betolaza catorce casas habitadas por 44 habitantes de hecho y 40 de derecho, que en 1910 eran, respectivamente, 55 y 49; en 1930 la población se mantenía en 45 habitantes de hecho y los mismos de derecho, y en 1950 continuaba el descenso, hasta 35 y 34 habitantes de hecho y derecho respectivamente.
En las últimas décadas la baja poblacional se había acentuado. El Nomenclátor Foral de 1979 registraba en Betolaza 18 habitantes, los mismos que en 1982. En 1988 eran 15, cifra que se mantenía en 1990 y subía en 1993 a 20 habitantes registrados en el concejo de Betolaza, dentro del municipio de Arrázua Ubarrundia y de la cuadrilla de Zuia. En 1999 se censaban en Betolaza 21 habitantes.
Como fuerte huella del pasado en el paisaje de Betolaza, con el monte Gorbea y las laderas de Zigoitia como fondo, destacan la esbelta torre de su iglesia y la gran fábrica del templo parroquial abandonado tras el desplome de su cubierta. Ambas construcciones mantienen, en rotundo y noble impacto sobre las escasas viviendas del lugar, la identidad de una aldea rica en otros siglos. Mientras, en una pequeña construcción, funcional y acogedora, aunque apenas apreciable en su aspecto, adosada al costado Sur del gran edificio parroquial abandonado, celebra ahora sus cultos la centenaria, y en otro tiempo pujante, parroquia de Santa María de Betolaza.
















 CAPILLA DE NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCION (Actual iglesia parroquial)
La capilla que alberga hoy el culto de la comunidad  parroquial fue inaugurada en agosto de 1964, ante la portada románica del flanco meridional de la iglesia parroquial entonces en ruinas.
Fue diseñador y director de la obra el arquitecto diocesano don JESÚS GUINEA, quien la edificó partiendo de un presupuesto de 150.000 pesetas, aprobado por la Diputación Foral de Alava el 31 de octubre de 1962. El obispo de la Diócesis, don Francisco Peralta, autorizaba el 24 de agosto de 1964 la bendición de la capilla nueva y la celebración de misas en ella a partir del 29 de agosto, conmemoración de la Degollación de San Juan Bautista, festividad muy celebrada en Betolaza.
La portada románica de la iglesia primitiva, tapiada en su vano, sirve de frontis interior a la capilla y, como un rico marco de piedra labrada, cobija la efigie de Cristo Crucificado que preside el recinto del pequeño templo.
Esta portada era la principal de la iglesia medieval de Betolaza, de la que también proceden los dos ventanales trasladados a la parroquia de Tuesta en su última restauración. La portada y los ventanales citados aparecieron en el muro del Mediodía del templo de Betolaza al derrumbarse en 1940 la casa cural, adosada en 1796 a la iglesia parroquial de este lugar y construida "sobre el pórtico y ermita", acaso la capilla de San Sebastián a la que haremos mención, según el proyecto del arquitecto MANUEL DE ECHÁNOVE.
Los ventanales trasladados a Tuesta en las obras de 1962-1964 se encuentran a los pies del templo restaurado. Uno se abre hacia el pórtico y otro en el muro Norte del templo El primero, visto desde el pórtico, tiene el trasdós ajedrezado, las arquivoltas baquetonadas con leve decoración de dientes de sierra, y los capiteles de las columnas decorados con motivos vegetales, hojas y piñas. El segundo ventanal, más sencillo y abierto al interior del templo, muestra en su rosca baquetones sin decorar, lo mismo que los apeos.
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    Preside, como venimos diciendo, la cabecera de la pequeña capilla, construida para la celebración del culto parroquial. Se trata de un interesante ejemplar del siglo XIII avanzado, con arco apuntado apeado en ocho columnas, cuatro en cada flanco, con baquetones en los intercolumnios.
Los capiteles del lado izquierdo del observador muestran figuras de animales y rostros humanos. En el primero, mirando de fuera adentro, puede verse un cuadrúpedo con la cabeza vuelta hacia el frente y visibles rasgos de fiereza; su cola, saliente entre las patas traseras, sube hacia adelante por el costado derecho de su cuerpo. El segundo capitel muestra un jabalí atacado por una fiera que hace presa en él. Ocupa el capitel tercero un rostro varonil de nobles facciones, en posición muy frontal y con peinado dispuesto en mechones geométricos. El capitel interior de este costado presenta la cabeza de una dama con tocado de cendal rizado y barbuquejo enmarcando su rostro.
El flanco derecho, mirando también desde fuera hacia el interior del arco, ofrece capiteles similares. Un animal con la cola entre las patas, semejante al frontero del lado izquierdo, y un águila de frente, con las alas desplegadas hacia abajo, en el segundo capitel. Los dos siguientes, se decoran con sendas cabezas de hombre y mujer, que repiten los modelos descritos en el flanco izquierdo.
Las basas de estas columnas se ornamentan con garras bien trabajadas apeadas en hileras de hojas lanceoladas.
Corre sobre los capiteles, a ambos lados del vano, una imposta ajedrezada.
Las arquivoltas del arco, cegado para enmarcar la talla del Crucificado que preside la capilla, se decoran con motivos geométricos y vegetales.
Mirándolas de dentro afuera encontramos un baquetón con dientes de sierra en el intradós y en el trasdós de la primera arquivolta; una hilera de hojas con sus foliolos abiertos a los lados de un eje, entre dos franjas ajedrezadas en la segunda; decora la tercera una banda de acantos colocados en sentido radial, con las puntas vueltas hacia adelante y dientes de sierra en su intradós y su trasdós; muestra la arquivolta siguiente una franja de rosetas salientes, a modo de botones, entre dos bandas de ajedrezado, y lleva la última un doble baquetón también con dientes de sierra en el interior y exterior de la arquivolta.
Este rico despliegue de temas va trasdosado por una banda ajedrezada que abraza las arquivoltas.
Los motivos ornamentales descritos se relacionan con otros similares registrados en una amplia zona que, desde Zigoitia y Urkabustáiz, donde encontramos águilas con las alas abiertas hacia abajo, rostros humanos y fieros cuadrúpedos con las colas levantadas desde sus patas traseras, llega con idénticos motivos hasta Lezama en el valle de Ayala , a Kuartango en las riberas del Bayas y, muy alterado, hasta Mendoza, en su iglesia de San Esteban, asomada a la Llanada de Alava.
PilaBautismal
    Tiene la copa lisa y bien labrada. El pie carece también de decoración.
Imágenes
    Se conservan en la actual capilla las tallas de Cristo en la Cruz, Nuestra Señora de la Asunción y la Virgen Inmaculada, veneradas en la iglesia en ruinas hasta que ésta quedó fuera de culto, a causa del desplome de parte de su bóveda.
El retablo completo, a excepción del sagrario y de la imagen de la Asunción, se encuentra hoy en Valencia, en la parroquia de los Santos Juanes. En 1965 se solicitaba la licencia para su venta, cuando el retablo ocupaba aún el frontis de la iglesia en ruinas y se encontraba a la intemperie por el desplome de buena parte de la bóveda; previos el examen y la tasación de la obra por el retablista don JOSÉ GOICOLEA, el obispado accedía a la solicitud de venta a la parroquia valenciana.
Sagrario
    Tal como pudimos verlo cuando se trasladó a la capilla en 1964, era barroco, con apéndices laterales de rica ornamentación y remate ostentosamente decorado lo mismo que la puerta. Databa de comienzos del siglo XVIII.












  Betolaza. Planta del templo parroquial, hoy fuera de culto, con la nueva capilla y dependencias anejas. (J Eguia)
Al derrumbarse la bóveda de la cabecera y los dos tramos de nave, en la década de 1960,
se construyó la capilla, centro de culto parroquial, adosada al muro Sur del templo
abandonado y en ruinas. Se erigió en el lugar de la antigua casa rural, ante la portada
románica oculta hasta entonces tras de la vivienda; hoy preside el frontis de la capilla. Desde
la capilla se accede al recinto de la antigua sacristía, que conserva hoy la misma función.
Continuaron también en pie el campanario, al Poniente del templo, y el último tramo de la
bóveda, con parte de sus pinturas del siglo XVII.
La caja de muros del templo arruinado quedó también en pie, con el ábside ochavado y sus
contrafuertes. Hoy, con su cubierta nueva, el edificio es centro de actividades cul turales
deportivas y sociales.







 En las cuentas parroquiales de 1702 a 1703 se asentaba la compra de un nogal en Nafarrate para hacer un sagrario para el altar mayor, más acorde con el retablo recién construido que el que hasta entonces tenía la parroquia. En las mismas cuentas, se pagaban 1.240 reales a PEDRO DE ELGUERO y consortes, maestros escultores y arquitectos, por la manufactura de la obra; uno de los participantes en ella era, seguramente, FRANCISCO DE PALACIOS que, con ELGUERO y otros maestros, cobraba entonces las hechuras de tres bastidores antealtares de la iglesia. En las cuentas del año siguiente se pagaba a FRANCISCO ANTONIO DE RUCAVE y BARREDA el coste del bulto de Nuestra Señora de la Concepción, hecho para colocarlo sobre dicho sagrario. El dorado de esta imagen se abonaba en las cuentas de 1709 a 1710 al maestro MATÍAS DE OLLORA. Este dorador había trabajado ya en Alava, participando en 1702 en la pintura y el dorado del retablo mayor de Manurga. También se documentan sus obras en iglesias riojanas, en los primeros años del siglo XVIII.
En el ejercicio de 1715 a 1716 pagaba la fábrica 1655 reales a JUAN DE ABAROA, como OLLORA maestro dorador y estofador vecino de Santo Domingo de la Calzada; cobraba 1.620 reales por dorar y estofar e! sagrario y lo restante por otras partidas y trabajos menores. La parroquia gratificó a ABAROA "por lo bien que había obrado" en el dorado del sagrario.
ImagenDeLaPurísima
     Es una talla pequeña y graciosa realizada, como queda indicado, para rematar el sagrario.
En ella María Inmaculada, con las manos juntas ante el pecho, se asienta sobre tres cabezas de ángeles y viste amplio manto, con puntilla dorada en el remate, desplegado en un airoso revoleo. Conserva su dorado y estofado por el que MATÏAS MARTÍNEZ DE OLLORA, su dorador, cobraba 170 reales en las cuentas de 1709-1710. En las de 1703-1704 FRANCISCO ANTONIO DE RUCAVEy BARREDA había recibido 160 reales por "el bulto de Na Sra. de la Concepción" que  -se dice expresamente-, "ejecutó para colocar en el sagrario".
ImagendeCristoCrucificado
     Imagen de rostro expresivo y buena talla, que preside el frontis de la capilla, desde el arco de la portada medieval. Procede de la iglesia derrumbada. Fechable entre el último renacimiento y el primer barroco.
ImagendelaAsuncióndeNuestraSeñora
    También presidió el retablo mayor de la parroquia, aunque es posterior a la ejecución del mismo.
Se trata de una talla de gran movimiento, con el manto agitado en fuerte despliegue. La Virgen, en postura ascensional un tanto rebuscada, extiende uno de sus brazos y acerca el otro a su pecho; la elevan tres ángeles, mientras otros se encuentran a los lados de la talla. Conserva su dorado y los motivos floreados que adornan el manto de la imagen.
        Esta talla es posterior a la ejecución del retablo mayor que conservó en él la imagen de la Virgen "la Madre de Dios", titular de la parroquia, durante cincuenta años. La obra del retablo se había contratado, en efecto, en 1695 y se había realizado a continuación; pero la "imagen de la Asunción de Nuestra Señora" se pagaba medio siglo después en las cuentas de 1748 a 1749, en las mismas en que se asentaba el coste del dorado del retablo, hasta entonces sin dorar. La nueva imagen de la Asunción, puesta en el retablo recién dorado y conservada hoy, costó 300 reales y su dorado, 470. Posiblemente el autor de este dorado fue FERNANDO ANTONIO DE FONTEAGUDO, el mismo maestro dorador y estofador que cobraba 10.800 reales por el dorado del retablo mayor y 300 por mejoras en la obra.
En esos años se reformaban también la gradería y el presbiterio alto del viejo templo, se colocaban otra vez los altares, y la iglesia cambiaba de aspecto con el dorado del retablo presidido por esta nueva efigie de "Nuestra Señora de la Asunción Patrona de la Yglesia", entonces puesta "en su trono". En los pagos de la imagen y de estas obras participaron con sus aportaciones los feligreses de Betolaza y el cura que, aparte de otras ayudas, "dió de limosna"  los 470 reales del dorado de la nueva talla de la Virgen.
ImagendeSanAntonioAbad
    Procede de la ermita de su advocación, hoy ruinosa, (en la actualidad es particular y las imágenes se han trasladado a la capilla de la Iglesia). Es una talla barroca, fechable entre los siglos XVII y XVIII, bien dorada y policromada.
TalladeSanJuanBautista
    Buena imagen del siglo XVI, expresiva y muy movida. Se encuentra mutilada, sin pies, para acoplarla al retablo de la ermita de San Antonio Abad, en la que se veneró al arruinarse la suya titulada "San Juan de Heltea"; al abandonarse también la de San Antón, se trasladó a la capilla parroquial. Se asienta sobre una columna de piedra, de fuste acanalado y capitel renacentista, con cabezas de ángeles y volutas, procedente de la iglesia derrumbada.
Se ha perdido una imagen de San Roque, al parecer de alabastro, fotografiada por López de Guereñu, con anterioridad a la ruina de la iglesia.
Mobiliario
    Aliado del altar se conserva un escaño, con arca bajo el asiento y respaldo de cuarterones, obra·de artesanía local.
Sacristía
    Continúa en uso la antigua sacristía de la parroquia, obra del siglo XVI, de planta cuadrada y cubierta por bóveda nervada en diagonal con pequeñas repisas de apeo en los ángulos del recinto, ménsulas decoradas con bolas en sus remates. En uno de los muros de esta antigua edificación quedan huellas de una pintura, posiblemente del siglo XVI, diseñando motivos arquitectónicos y fragmentos de la figura de Cristo Crucificado.
Se conserva una interesante puerta de madera en la salida de esta sacristía a la capilla actual. Sus cuarterones van decorados con florones, bolas ensartadas y otros motivos.
Cajonería
Obra del siglo XVIII. Pieza interesante de artesanía popular.
Consta de seis cajones decorados con cuadriláteros de lados curvados. A sus flancos, lleva dos alacenas con rosetas en los cuarterones, y en el respaldar del remate, hojas estilizadas.
        En la visita pastoral de 1713 se ordenaba la ejecución de una cajonería para la custodia de los ornamentos y, a la vez que se autorizaba el dorado del retablo mayor, se concedía licencia para su realización. Enseguida comenzaba el acarreo de madera del monte de Ayago para la obra, y se registraba su pago al maestro ensamblador vecino de Villarreal FRANCISCO DE GOROSTIZA, que hacía, además del "cajón con tarima para la sacristía", la "caja y ventana", como archivo abierto en la pared de la iglesia para guarda y seguridad también de la platería .




Orfebrería "Copón"
Gótico. Siglo XVI. Se le ha acoplado, como pie, un candelero sin valor, que desfigura esta interesante pieza. La copa es lisa. La tapa, con su borde festoneado, tuvo como remate una cruz nudosa, con una cartela enroscada a los brazos de la misma.
Custodia
Radiante, con el pie de metal. En las cuentas de 1725-1726 se pagaba al platero PEDRO DE BOLANGERO, vecino de Vitoria, "el hazer una custodia nueua", pieza que no debe ser la actual.

Cáliz
De plata. De línea sencilla. Siglos XVII-XVIII.

Ornamentos Ternos
Hay dos ternos de damasco, uno blanco y otro rojo, ambos en muy mal estado.

Capa y Dalmática
Son dos ornamentos confeccionados en tejidos de sedas floreadas. La dalmática procede, posiblemente, del terno que se pagaba en 1787 para la solemnidad del Corpus.

Documentamos en los libros de cuentas y en los protocolos notariales de Betolaza otros objetos de culto y ornamentos, algunos con los nombres de los maestros que los ejecutaron, al igual que algunas imágenes, retablos y otras piezas, hoy inexistentes, que se reseñan en las páginas siguientes, como fabricadas o adquiridas para el templo antiguo, que pasamos a describir.

Misales
Con grabados en las misas de las festividades principales. Uno, fechado en Roma en 1735, se imprimió en la "Typographia Vaticana"; en los grabados, italianos, puede leerse el nombre del autor: "Joseph Passarus, inv. et pinx".  Otro, editado en España, lleva al pie de las ilustraciones, el rótulo: "Grabado por Juan Ant° Salvador Carmona en Madrid".

LA ANTIGUA PARROQUIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN

Muchos la han conocido aún en culto y todavía la recuerdan.
También pudimos contemplarla, ya ruinosa, aunque conservando aún mucha parte de
su edificio, retablos y otros elementos hoy perdidos, en nuestras visitas a Betolaza por
la década de 1960, cuando se encontraba ya fuera de culto.
Pero aunque muchos conocimos su obra, sus retablos y su continuo deterioro, los testi
monios más ricos de su pasado proceden de la documentación parroquial y de los
protocolos civiles suscritos por los escribanos de Betolaza. Utilizando estas fuentes,
podemos  conocer la construcción de la iglesia, sus altares, los vasos de culto y los
ornamentos que se usaron en la iglesia en ruinas, partiendo de lo que actualmente se
contempla en el templo, de los recuerdos de lo        2que hoy ha desaparecido, y de los
documentos que los describen y los datan . Contamos, además, con las fotografías
realizadas por Gerardo López de Guereñu Galarraga cuando la iglesia estaba en culto, documentos gráficos valiosísimos hoy.


La Entrada

Nos referimos al acceso a la iglesia por su hastial del Poniente, porque el que estuvo al templo situado al Mediodía, ante la portada medieval, desapareció al edificarse la casa cural en el costado Sur del templo.
La entrada a la iglesia desde este acceso, "la portada" del Poniente, se  abrió cuando construyó el último tramo del templo el maestro ANTONIO DE LA BÁRCENA quien, además de la bóveda o «capilla» que estaba «sobre el coro", hizo "la portada y la espadaña", obras éstas cuyo precio percibía en las cuentas de 1681 a 1682 y siguientes.
En nuestras primeras visitas a Betolaza, en la década de 1960, pudimos aún ver el cancel que protegía esta entrada. Era una buena obra de artesanía popular, de madera de roble, adornada en sus paneles con motivos geométricos y con frontones triangulares partidos sobre las puertas de acceso al templo. En las cuentas de 1761 a 1762 se pagaba la traza de este cancel, cuya construcción se remataba en seiscientos reales en el maestro MARTÍN DE ASCORBE vecino de Salinas; los herrajes del mismo se pagaban al "MAESTRO EZCURRA", también vecino de Salinas. La obra había sido examinada y reconocida, antes de su entrega, por los maestros "carpinteros y ensambladores" JUAN DE ZUBÍA, vecino de Eskoriatza, y ESTEBAN DE ISASI, que lo era de Manurga
   Templo de planta rectangular, con ábside ochavado. Se conservan los muros, con los  apeos de la bóveda adosados a los ángulos de la cabecera, y el último tramo de la cubierta gótica tardía. El resto de ésta se ha derrumbado.
Los apeos del ábside, semiexagonal en su planta, son fustes de columnas pendientes, fustes que, cortados en lo alto, sin llegar al suelo, descansan en repisas. Los del útimo tramo de la bóveda, son también fustes colgantes acanalados, a los que llegan los nervios de la bóveda, enjarjados ya en un solo cuerpo o tronco antes de descansar en esos fustes; los apeos de éstos se decoran con motivos avenerados en rehundido.
El tramo de los pies aún puede verse hoy. El contiguo, derruido hace unas décadas, llevaba la fecha 1590 en una cartela pintada entre las grisallas que decoraban su plementería; se trataba de un espacio cuadrado, cubierto por bóveda de terceletes y ligamentos curvados que delineaban una bella roseta.
El último tramo, conservado aún, como queda indicado, se cubre también por una bóveda nervada de terceletes con ocho claves trabando los elementos curvados que se cierran en torno a la clave central, decorada con la figura de un sol radiante; las restantes mostraban anagramas, cruces, estrellas, otros motivos simbólicos y una, en el lado izquierdo, la fecha 1678.
Los flancos de la plementería de esta cubierta, se ornamentan con pinturas de mampostería simulada, entre franjas de guirnaldas con tallos curvados y otros motivos vegetales estilizados de tonos rojos, blancos y negros. El círculo que rodea la clave central muestra, en sus ocho espacios, jarrones y fruteros sobre fondos azulados. En los cuatro plementos mayores, desplegados entre los terceletes, la ornamentación es más fondos azulados, en figuras representadas en pie y vestidas con ropajes de pliegues muy marcados, de acuerdo con el tratamiento lineal de estas pinturas; los símbolos del Tetramorfos identificaban a estos santos, San Juan en el plemento del costado anterior izquierdo si contemplamos la bóveda de cara al presbiterio, a la derecha San Lucas y a los pies, a izquierda y derecha de los espacios posteriores, los santos Marcos y Mateo. Se conservan aún las figuras de San Mateo y San Lucas.
En el muro del Mediodía se abre un ventanal del siglo XVI, con arco de medio punto y molduras corridas, sin solución ele continuidad, por la rosca y por las jambas elel vano.
La iglesia de Betolaza, edificación importante del siglo XVI, fue, en su origen, un templo medieval, también destacable a juzgar por su portada, y de buenas dimensiones, apreciables en la situación de un can biselado, que denota la altura del muro meridional ele la fábrica del templo del siglo XiII.
Aunque no con la precisión que desearíamos, sabemos que, con anterioridad a 1577, había trabajado en la construcción de la iglesia de Betolaza el cantero vecino de Vitoria PEDRO DE ELOSU, difunto ya en esa fecha.
En marzo de dicho año el cantero PEDRO DE OCHANDIANO, vecino de Otxandiano, y su mujer Mari García de Basaguren reconocían que "a su ruego e ynterzesión y por ellos", tres maestros canteros habían salido fiadores de PF.DRO DE OCHANDIANO y "en favor" de la viuda de PEDRO DE ELOSU "por el hefeto de azer y fabricar la obra de la yglₐ del lugar de Betolaza".
Seguramente PEDRO DE ELOSU había hecho ya parte de la obra que continuaría PEDRO DE OCHANDIANO bajo la fianza de tres canteros, JUAN LÓPEZ DE ONDÁTEGUI, PEDRO DE GARIBAY Y MARTÍN DE AMÁRITA, estos últimos vecinos de Gopegui cuando, posiblemente, se construían la cabecera y el crucero de la iglesia de ese lugar. En escritura de 15 de marzo de 1577, el cantero PEDRO DE OCHANDIANO Y su mujer «sacaban en paz y en salbo, yndenes e sin coste alguno de la dha fiança, a los dhos. sus fiadores»; para ello, marido y mujer se obligaban a realizar las obras con el aval de todos sus bienes y con los recibos de las obras que el cantero tenía hechas en la iglesia de Ziriano y en otras partes.
En diciembre de 1580 PEDRO DE OCHANDIANO había muerto. Ignoramos qué hizo este cantero continuando la obra de ELOSU.
 La »pinceladura» de las dos primeras «capillas» no se hizo esperar. En 1589 estaban terminadas las bóvedas de la cabecera y del primer tramo de la nave; y, en julio de ese año, comparecía ANTONIO DE ELEJALDE, pintor vecino de Mondragón, hijo de JUAN DE ELEJALDE y "en viltud de su padre" se comprometía a pincelar y pintar la capilla principal, la segunda capilla y todos los lienzos ele la iglesia, y a dorar las claves de las dos capillas. ANTONIO DE ELEJALDE prometía dar la obra acabada "conforme y al tenor" de la "segunda capilla de la iglesia de San Juan de Ciriano", e igualmente hacer «el pinzel de los lienzos de dhas capillas»  Eran unas pinturas, con grutescos en grisalla y personajes desnudos entre ramajes y lienzos colgantes, como en gran parte, pudimos verlas aún en la iglesia, ya ruinosa.
Terminada la obra de las bóvedas en sus primeros tramos, se abordó el embellecimiento del presbiterio y cabecera de la iglesia; y en 1602 el cantero ANDRÉS DE BENEA, natural de Urbina, se comprometía a hacer las gradas y los altares de la iglesia.
Las obras en la iglesia continuaban; y en 1623 el cantero MIGUEL DE GARAIZÁBAL, vecino de Vitaria, hacía la pared de la iglesia "desde el cantón de la pared de la sacristía», al Mediodía del templo, "hasta la cámara de la Yglesia que estaba al Poniente".
El último tramo de la bóveda de "la capilla que está sobre el coro" se documenta en 1678 como obra del cantero ANTONIO DE LA BÁRCENA. Informó sobre la obra JUANES DE OLAGUÍBEL, maestro cantero vecino de Foronda, bisabuelo del arquitecto JUSTO ANTONIO DE OLAGUIBEL, que vio "si los jarjamientos de la dha. bobeda o capilla se habían de demoler o no". Examinó, por fin, la obra ya te rminada PEDRO DE MATANZA, cantero, vecino de Logroño, a quien se pagaba en las mismas cuentas de fábrica.
En la década siguiente se "pincelaba" la bóveda. En las cuentas de 1682 a 1683 se asentaba el pago a JUAN DE CUARTANGO y a DOMINGO DE ECHAVARRÍA, vecinos de Vitoria, por "la pintura que ejecutaron en la capilla y bóveda que está de encima del coro", obra ajustada con ellos «en público remate».
La cubierta de la iglesia, hoy desplomada, fue objeto de continuos cuidados de mantenimiento.
En 1686-1687 pagaba la parroquia a los concejos de Nafarrate, Ziriano y de la misma Betolaza la licencia para la corta en Ayago de la madera de roble precisa "para denzima de las bouedas principales della", "par la ruina que la capilla principal estaba amenazando". Se trataba de la estructura de madera de la cubierta; y el carpintero de Villarreal FRANCISCO DE GOROSTlZA, en quien se remató la obra, hubo de sacar la carrera principal que se encontraba quebrada y poner otras cuatro carreras, trabajo revisado en el momento de la entrega por el maestro carpintero DOMINGO DE MURUETA.
Cincuenta años después, la visita pastoral de 1736 prevenía sobre "la ruina de las paredes de dha. Yglesia y su bóveda"; y, ante tan urgente necesidad, el carpintero vecino de Vitaria EUGENIO ORTÍZ DE ZÁRATE, reforzaba en 1737-1738 la armadura de la cubierta y "levantaba y plantaba una carrera dos tigeras y una corba para seguridad de las Bouedas», "a causa de haberse roto las que tenía".
Después de varias reparaciones en la cubierta de la iglesia, bien documentadas en los asiemos de las cuentas de la misma, se afrontaba de nuevo la quiebra de "la carrera prin cipal de la nave del tejado de la iglesia" en 1826, reparación que se completó con el retejo del mismo.
El enlosado de la iglesia y el encajonado de las sepulturas se remataban en el maestro cantero, vecino de Villarreal, DOMINGO FERNÁNDEZ DE LARRÍNOA, en agosto de 1736. Se trataba de construir veinticuatro «cajones», cada uno cubierto con tres losas, empleando piedra de grano de las canteras del Gorbea «sana, sin vetas, ni salitre, bien labrada y trinchetada»; el resto del cuerpo de la iglesia debería pavimentarse con
«losería»de las canteras del Gorbea, Albertia, o del lugar que el maestro rematante estimase conveniente, según la traza y las condiciones puestas por el maestro cantero MIGUEL DE GOROSPE, vecino de Vitoria.
Concurrieron al remate de la obra el cantero de Salinas de Léniz, ANTONIO DE ELEJALDE, el propio MIGUEL DE GOROSPE, que abrió la primera puja con 7.500 reales de vellón, PEDRO DEL CAMPO, vecino de Otaza, JUAN BAUTISTA DE JÁUREGUI, que lo era de Vitoria, y ROQUE DE ARREGUI, de Villarreal; al fin se adjudicó el encajonado y enlosado, junto con otros trabajos en la iglesia, por un total de 5.000 reales de vellón, al cantero de Villarreal DOMINGO FERNÁNDEZ DE LARRINOA que firmaba la carta de compromiso en octubre del mismo año 1736, prometiendo entregar la obra, «según arte», para el día de Nuestra Señora de marzo de 1738. En el libro de cuentas de la parroquia se asientan los pagos al cantero, a GOROSPE, y al también cantero JUAN DE GARRACHAGA que asistió a la entrega de la obra.
En las cuentas de 1794 a 1795 se registraban los costes del «aumento de las sepulturas» con su correspondiente enlosado; en ellas se pagaba al Procurador Síndico de Cigoitia la autorización para extraer piedra de las canteras de Oqueta con destino a la obra.
Púlpito
Interesante ejemplar de piedra con acceso desde la sacristía, hoy perdido. Pudimos estudiarlo en la década de 1960 en la iglesia ya en ruinas y pudimos fecharlo en el siglo XVI avanzado, momento de las obras en los primeros tramos de la iglesia.
Se asentaba sobre una columna jónica, decoraba su base con hojas estilizadas y el antepecho, también de piedra, con relieves de carátulas, rosetones y elementos vegetales.
Baptisterio         
   
La pila, en uso hoy en la capilla en culto donde va descrita, ocupó en la iglesia en ruinas el nicho que, al encajonar la iglesia en 1737, se incluía en las condiciones de la obra dispuestas por MANUEL DE GOROSPE y rematadas en el cantero de Villarreal DOMINGO FERNÁNDEZ DE LARRINOA como hemos visto. El pequeño recinto debería abrirse «entre estribo y estribo», con tres pies de hueco y nueve de alto, un arco de piedra labrada, y un nicho para colocar los óleos.
 Coro
    Era arquitrabado con antepecho de madera.                                 
Había sido recompuesto en 1754 porque, por estar «demasiado dilatado y con ninguna proporción» en la visita pastoral del año anterior se había ordenado «componerlo con la maior brevedad»; así se había hecho el año siguiente, «retirándolo» como se disponía en la visita.
El "frente de madera del coro" de la iglesia ruinosa se trasladó a la casa consistorial de Villanueva ele Valelegovía, donde se encuentra hoy, a la vez que se colocaban en la iglesia de Tuesta, próxima a Villanueva, las dos ventanas románicas de Betolaza. Por entonces, el año 1964, el arquitecto don JESÚS GUINEA, autor de la nueva capilla de Betolaza, restauraba el templo de Tuesta y la casa ayuntamiento de Valdegovía.
Sacristía
Queda descrita en la reseña de la capilla actual, por encontrarse hoy en uso, como pieza  contigua al nuevo recinto parroquial y con acceso desde éste a dicha sacristía.
Como se ha indicado, es una construcción del siglo XVI. El acceso a su recinto desde la iglesia antigua, hoy tapiado, es un resto interesante del momento mismo de la construcción, en la segunda mitad del citado siglo, del tramo del templo en que se encuentra. Es una portada rematada en arco carpanel con cuadriláteros acoplados a la rosca del arco como dovelas bien recercadas, según modelos del renacimiento avanzado, con carátulas y otros elementos decorativos en los recuadros.
Desde esta sacristía se accedía al púlpito de piedra, conservado en la iglesia derruida hasta tiempos recientes, y con ornamentación similar a la de la portada en los recuadros de su antepecho.
Torre                                                                                                          
Es una de las más esbeltas de la comarca.
Consta de un primer cuerpo de base cuadrangular, de mampostería, con sillares en cadena en los esquinales y cuatro ventanas estrechas en la cara del Poniente; remata en entablamento con el arquitrabe liso y un friso con triglifos salientes, de los que arrancan las placas que penden de este remate, dos en cada flanco de la torre.
El cuerpo de campanas, octogonal, es una construcción de buena sillería con cuatro vanos abiertos a los puntos cardinales, sus ochavos intermedios macizos, y cuatro esbeltos jarrones en los ángulos de la cornisa en que se asienta. Los arcos de campanas, de medio punto y con los antepechos abalaustrados ciegos, quedan enmarcados por pilastras, dos en cada lado de la torre.
Remata este cuerpo en cúpula, asentada sobre un tambor cóncavo flanqueado por los ocho jarrones en que rematan las pilastras laterales de los arcos de campanas. Culmina en una esbelta linterna cilíndrica, con cuatro vanos rematados en bolas y coronada por una buena cruz de forja.
Campanas
Conserva Betolaza tres campanas:
La del costado Sur, de 1,07 metros de diámetro, puede fecharse, según J. Iturrate, en el     siglo XV en sus finales.
Lleva las inscripciones siguientes:
En lo alto:                                                                                                                      
LIBERACIONIS  MENTEM  SANCTAM  SPONTANEAM  HONOREM DEO  PATR1 E...      
  En medio:
 INCLINANS SE IESUSCRIBEBAT IN TERRA. SI QUIS SINE PECCATO EST MlTAT EAM LAPIDEM.
La del Oeste, de 1,20 metros de diámetro, del siglo XVI, en lo alto dice:
ECCE CRVCEM DOMINI, FVGITE PARTES ADVERSE VICIT LEO DE TRIEV IVDA. RADIX DAVID.
Al Este, se ha colocado un esquilón de 0,70 metros de diámetro.
Inscripciones:
ASUNCION DE NUESTRA SEÑORA. AÑO 1970
MURUA ME FECIT.  VITORlA. ESPAÑA.
En marzo de 1774, de acuerdo con el mandato de la visita pastoral del año anterior, el cura y el mayordomo clavero de la parroquia de Betolaza declaraban que, teniendo a la vista la construcción de un nuevo campanario, la iglesia, surtida de ornamentos, tenía como fondo "sobrante" 27.874 reales de vellón, por lo que pedían licencia al obispado para edificar dicha torre, autorización concedida en el mismo mes de marzo de 1774.
La obra comenzó en seguida. La primera traza y las condiciones de su construcción, dispuestas por el cantero ANTONIO DE LANDA, se modificaron por el maestro RAMÓN DE SEGURA, vecino de Eskoriatza.
Según éstas, la torre, que debería tener un acceso de piedra sillar y arqueado en el pórtico, entrada al pie del campanario, y otro abierto al "camarín de la iglesia, habría de "llevar de alto, desde la superficie de la tierra hasta el último remate y bola, ciento veintisiete pies y medio", distribuyéndolos en los distintos niveles, dejando posibilidad de alterar su elevación, "pidiéndolo el cuerpo" de que se tratase. Hasta el cuerpo de campanas, se construiría de mampostería, con las esquinas de sillería al igual que la imposta volada según la traza, con sesenta y dos pies y medio de alto y cinco de grosor; el cuerpo de campanas, de piedra de sillería tanto por lo interior como por su exterior, debería medir cuatro pies de grueso, y de alto "hasta la cima ele su cornisa", veintisiete pies; desde la cornisa "hasta la vasa donde se ha de fijar la linterna, ya sea con ahuja o media naranja", tendría diez y nueve pies de alto y el grueso que el maestro estimase "conforme arte, mirando la firmeza que se requiere". La linterna, construida sobre la referida basa, remataría en la "bola en que se ha de fijar la cruz", según detallaban las condiciones.
Expresaban asimismo éstas, los aditamentos y los motivos ornamentales de la construcción la colocación de «veinte jarrones»; el «balaustreado a medio relieve» de los antepechos en los arcos de campanas; las molduras y otros elementos que irían «trabajados conforme arte» para que sirvieran «de hermosura» a la construcción.
La piedra «sin rendija, veta o pelo», que significasen «fracción o rompimiento», debería extraerse en «las canteras de Oqueta en Cigoitia", material de calidad empleado en las obras más destacadas del entorno.             
Observando estas condiciones, «así en orclen como en disposición, hermosura y distribución» los canteros, vecinos de Escoriatza, RAMÓN DE SEGURA, RAMÓN DE AZCÁRATE, RAMÓN DE MUCHINAGA y ANTONIO DE AZCÁRATE aceptaban el «ajuste y convenio» de la edificación de la torre, y se comprometían a construirla por 33.700 reales de vellón, aportando, por su parte, «un Barrón de Yerro» para fijar la cruz del remate.
Terminada la obra, el 9 de noviembre de 1779 se designaba al cantero de Mañaria FRANCISCO DE ECHÁNOVE, de sesenta y un años según declaración propia, para que, como «persona práctica e inteligente en la materia», emitiese el informe pericial previo a la entrega de la obra, ECHÁNOVE declaraba el 11 de noviembre que la torre, con ciento veintiocho pies de altura «en toda la visual con inclusión de la bola», estaba construida con toda solidez y firmeza.
El día siguiente, RAMÓN DE SEGURA recibía «por sí y en nombre de los demás compañeros», los 7.952 reales y 27 maravedíes que les quedaban por cobrar para percibir el total de los 33.700 reales en que se había ajustado la obra.
Para el pago de esta cantidad y otros gastos urgentes en el momento, el concejo y vecinos de Betolaza recibían a censo, en las mismas fechas, 9.350 reales de vellón por la renta anual de 248 reales y 21 maravedíes, hipotecando tres heredades concejiles y otras propias de los vecinos.             
Los abonos a los maestros ejecutantes de la torre, los pagos del acarreo de arena de Miñano Mayor, de cal de la calera de Landa, de la licencia de la hermandad de Zigoitia para extraer la piedra de Oqueta y el coste del examen pericial de la obra en el momento de su entrega, se recogen en el libro de cuentas de la parroquia, Figuran asimismo en él los nombres de otros maestros que trabajaron en la torre; la cruz de hierro se forjó en Salinas de Léniz por el maestro herrero DOMINGO DE EZCURRA; y, como ejecutores de la escalera del campanario, aparecen los carpinteros VICENTE IÑIGUEZ DE BETOLAZA, MARTÍN RUlZ DE ERENCHUN Y PEDRO RUIZ DE ERENCHUN, quienes en las cuentas de 1780 a 1781 cobraban mil reales por su obra «con arreglo al ajuste que hicieron».
Poco después de la construcción de esta torre, un rayo «quebró, en su remate y cascarón, «un pedazo de la media naranja», En 1794 reconocía su deterioro e informaba sobre su reparación y «quebranto» NICOLÁS DE ARAMBURU, «Maestro de obras vecino de Vitoria», quien «tuvo por preciso y necesario el soltarse todo el espresado cascarón con el pedazo de linterna que se hallaba sobre él amenazando prompta ruina, hasta el cuerpo de campanas con parte de la cornisa, que está quebrantada -decía ARAMBURU-, por las piedras que se soltaron de su sitio», Opinaba el maestro informante que era mejor volver a ejecutar la obra del remate completo «de nueva planta», que «echar tejado sobre dicho cuerpo de campanas» por las posibles goteras, que podrían ocasionar el deterioro de la piedra y por otros inconvenientes, La obra, muy seria y costosa, se valoraba por ARAMBURU en diez y ocho mil reales de vellón, "poco más o menos".
La iglesia afrontó el reto y el maestro arquitecto MANUEL DE ECHÁNOVE ponía las condiciones para realizar la obra «con arreglo al estilo que están trabajadas -dice-, las dhas cornisa, media naranja y linterna».                                             » «
El 23 de junio de 1794 se ajustaba la realización de estos reparos con TOMAS DE BASTERRECHEA y consortes, por un coste de catorce mil reales de vellón, con la piedra que faltase sacada de las canteras de Oqueta y la madera para los andamios del monte de Betolaza, Nafarrate y Ziriano, seguramente del monte Ayago.         
  La caída de una nueva «exalación o rayo» un siglo después, requirió otra vez reparos en la torre y en el interior del templo. En 1858 JUSTO DE URRESTARAZU, maestro de obras vecino de Vitoria, reconocía el daño causado por el rayo y disponía las condiciones necesarias para su restauración; con arreglo a las mismas, realizaba las obras el cantero DOMINGO DE IBALCETA, vecino de Guernica.
La documentación antigua habla de otros campanarios anteriores a esta torre. En 1588 la iglesia contrataba con los maestros canteros JUAN FRANCISCO DE ONDÁTEGUl, vecino de Eribe, y MARTÍN SÁEZ DE LARRINOA, la obra del campanario «que estaba caido y deshecho», por un coste de treinta y dos ducados, más todo el material necesario para la obra. Ignoramos la situación de este campanario primitivo, aunque tenemos noticias más precisas de la construcción de la espadaña anterior a la torre actual.
Se edificó esta espadaña, junto con la portada del Poniente, por ANTONIO DE LA BÁRCENA, maestro cantero vecino de Zuaza, que había construido el último tramo de la bóveda del templo. El gasto del remate de esta obra y el de los acarreos del material para la misma, entre ellos el transporte de cal «de la calera de Arlabán del lugar de Landa», se abonaban en las cuentas de 1681 a 1682; en ellas comenzaban a registrarse asimismo los pagos a ANTONIO DE LA BÁRCENA, el ejecutor de la obra.         
Esta espadaña se demolió al edificar la nueva torre. En las condiciones de la construcción de ésta, el maestro rematante debería demolerla a su cuenta y recoger la piedra sillar y la de mampostería aprovechables.
Varias campanas, que a lo largo del tiempo ocuparon estos tres campanarios, figuran en la documentación de Betolaza, con los nombres de los maestros que las fundieron.
En 1614 JUAN DE GÜEMES, maestro campanero vecino de la Trasmiera en Cantabria, trabajaba para la iglesia de Betolaza avalado por el maestro cantero PEDRO VÉLEZ DE LA HUERTA, también montañés, de Galizano en la Trasmiera, entonces vecino de Vitoria y autor, con su padre JUAN VÉLEZ DE LA HUERTA del actual convento de San Antonio de Vitoria.
Construida la espadaña al Poniente del templo a finales del siglo XVII, refundía un esquilón de la misma el campanero, vecino de Laredo, JOSÉ DE PALACIOS, a quien se pagaba su trabajo en las cuentas de 1718-1719; y para la misma espadaña fundía «la esquila», añadiéndole el metal necesario, el campanero JOSÉ SEBASTIÁN DE LA LASTRA en 1730.
En las condiciones dispuestas para la edificación de la torre actual se encargaba al maestro constructor bajar de la espadaña y subir al nuevo campanario «las campanas maiores y el esquilón" posiblemente las fabricadas o refundidas en siglos anteriores. La nueva torre pedía un reloj; y, en 1830, la fábrica de la parroquia, con licencia del obispado, entregaba al concejo y vecinos del pueblo 3.500 reales para su colocación en el campanario.
Retablo Mayor
Hoy en la iglesia de los Santos Juanes de Valencia.                   
Antes de su traslado pudimos verlo y estudiarlo en la iglesia medio derrumbada y en la intemperie de su ruina. El sagrario, y la imagen de la Virgen de la Asunción se encontraban ya en culto en la pequeña capilla habilitada como iglesia panoquial.
El cuerpo principal conservaba cuatro columnas salomónicas, cubiertas de pámpanos y racimos separando las calles del mismo. El ático del retablo, flanqueado por ostentosos   aletones, remataba en un gran penacho central; algunos elementos de este cuerpo superior se hallaban desprendidos.
Ocupaba el centro del retablo el nicho vacío de la Virgen de la Asunción y, encima, un relieve de factura ingenua representando la Degollación de San Juan. A los lados, podían verse las escenas de San Pedro ante el Sanhedrín y la Conversión de San Pablo, también en relieve, y las tallas de San Pedro y San Pablo, de 1,54 y 1,59 metros, situadas respectivamente a izquierda y derecha del observador, los lados del Evangelio y de la Epístola en el altar. En nuestro estudio pudimos apreciar la prestancia de ambas efigies, aún doradas y estofadas.
El retablo es una obra del barroco pleno realizada en la última década del siglo XVII.
En 1695 el cura y el mayordomo clavero de Betolaza iniciaban las gestiones para su construcción. La iglesia contaba entonces en su haber con 3.640 reales en dinero, más treinta fanegas y media de cebada y veintitrés menos cuarta de trigo, «en razon de primicia», y se encontraba surtida de ornamentos y objetos de culto. Había construido y pincelado la bóveda en su último tramo, había hecho la portada del Poniente y levantado su espadaña y, aunque precisaba enladrillar el portegado, tenía ya "prontos" los ladrillos para la obra; en tanto, el retablo se encontraba "indecente, por ser antiquísimo y de poca sustancia" y carecía de "las insignias de Xpto. Crucificado, la Virgen y San Juan", "por haberse caído y hecho pedazos".
Ante tales realidades y la petición de los vecinos, la licencia episcopal no se hizo esperar; la feligresía puso en marcha la construcción del retablo mayor de su iglesia  y, ya en las cuentas de 1694 a 1695, se asentaba el pago a los maestros arquitectos y escultores GREGORIO DE LARRAR YPASCUAL DE ORAA, vecinos de Vitoria, "por sendas trazas para la execución de retablo maior" del templo parroquial.
Las condiciones, publicadas para la ejecución de la obra, señalaban el material de su construcción, "nogal con los respaldos y bastidores de roble o castaño", indicaban con todo detalle los elementos arquitectónicos y ornamentales de la obra y disponían puntualmente los relieves y efigies de la misma, que habrían de correr a cargo del rematante.
Las columnas serían "culebreadas" y la caja principal, arqueada, remataría en una tarjeta "de buen dibujo y relieve", lo mismo que las de las imágenes de los lados. Se conservarían las dos "historias" que estaban ya hechas y se encontraban a los dos lados del sagrario -la de San Pedro ante el Sanhedrín y la Conversión de San Pablo-, y se colocarían en las calles del nuevo retablo, "en los témpanos del ochavo". El retablo llevaría dos imágenes de bulto de San Pedro y San Pablo, que habrían de hacerse a cuenta del maestro ejecutor de la obra, lo mismo que el "medio relieve de escultura" con "la historia de la Degollación de San Juan", y el "Santo Cristo del remate" La imagen de la Virgen titular del templo, "de la Madre de Dios que está encima del sagrario" -siguen los capítulos de las condiciones-, habría de colocarse en la "caja principal" del retablo; también se conservaría el sagrario que, aunque quedaría "en la forma y manera" en que se hallaba, se "echaría respaldo al arco" en que se enmarcaba.     » «
Según estas condiciones se incorporarían al nuevo retablo los dos relieves con las escenas o "historias" de los santos Pedro y Pablo y la imagen de la "Madre de Dios" -tal vez una "Andra Mari" medieval-, colocada hasta entonces sobre el sagrario; también se conservaría el sagrario, posiblemente romanista, flanqueado hasta entonces por las escenas citadas. Com hemos visto, a comienzos del siglo XVIIl se hizo un nuevo sagrario y al mediar el mismo, se puso la imagen de Nuestra Señora de la Asunción que en sustitución de la antigua, pasó a presidir el retablo mayor; este nuevo sagrario y la imagen de la Virgen barroca, también nueva, se trasladaron a la actual "Capilla de la Asunción de Betolala". El sagrario no existe hoy.
Con las condiciones expuestas. se sacaba a subasta la obra del retablo el 14 de agosto de 1695 Concurrieron al remate DOMINGO DE ASCORBE BEITIA, vecino de Otxandiano, y los maestros PASCUAL DE ORAA, ANDRÉS DE MARURI, FRANCISCO DE ARREGUI, ANTONIO DE LARRAL (sic) y FRANCISCO DE RIVAS, vecinos de Vitoria. La obra se remató al fin en DOMINGO DE ASCORBE BEITIA maestro arquitecto y escultor, que firmaba la carta de compromiso y obligación de la obra el 6 de septiembre de 1695.           
 A partir de entonces y hasta que las cuentas de los años 1699 a 1700 registraron el finiquito del pago de la obra, más los doscientos reales de sus mejoras, aparecen,  numerosas partidas en el libro de fábrica con abonos a DOMINGO DE ASCORBE BEITIA por su trabajo. En las mismas cuentas de 1699 a 1700 se asentaron los gastos de "los arquitectos y escultores el día que se trajeron los bultos de San Pedro y San Pablo" el coste de los hierros y clavos para asentarlos en el retablo y los gastos ocasionados en la entrega del retablo, con la asistencia de JOSEPH DE SOLARRE y ECHEUARRI", maestro arquitecto vecino de Vitoria.
El retablo mayor de Belolaza, así descrito y documentado, se doraba por el maestro FERNANDO ANTONIO DE FONTEAGUDO, por un coste de 10.500 reales más 300 de mejoras. cantidad abonada al dorador en las cuentas de 1748 a 1749. En las mismas se habían pagado 300 reales por la talla de la Asunción que sustituyó a la  "irnagen de la Madre de Dios" hasta entonces venerada en el retablo mayor como titular del templo; el dorado y estofado de la efigie de la Virgen, realizado posiblemente por el mismo FONTEAGUDO, costó 470 reales.     
El proceso previo al dorado del retablo, con la petición y la concesión de la licencia episcopal, el anuncio de la subasta de la obra y el remate de la misma, se inició en Junio de 1748. El primero de septiembre se subastaba la obra bajo las condiciones exigidas para su ejecución, y el 11 de septiembre firmaba la carta de compromiso de la misma. conforme con las exigencias expresadas, el citado FERNANDO ANTONIO DE MONTEAGUDO, maestro dorador y estofador cántabro, "vecino del valle de Meruelo, en la parte de las Siete Villas de la costa de la mar", por el referido coste de 10.500 reales de vellón, cantidad en que se le había adjudicado la obra el día del remate "al apagarse el  terzero y último candil".
Las condiciones de la obra, ejecutada con oro limpio aplicado sobre yeso negro yeso mate y con buenas colas, detallaban el dorado de la arquitectura, columnas, entablámentos y adornos, y el estofado de las esculturas y relieves, de "los santos y las historias que son tres". Estas y las efigies de San Pedro y San Pablo se habrían de "dorar, estofar y encarnar con la maior perfección posible, imitando la hedad que le corresponde a cada figura". El Crislo debería ser "encarnado a pulimento y mate', llevando en el respaldo de su marco la pintura de "un zielo con su Xerusalen".
Lus edictos de convocatoria a la subasta se habían colocado «en el portal de la Correría de la Ciudad de Vitoria, que cae a la plaza maior en paraje público» , y en las puertas principales de la iglesia de Betolaza. Acudió a la puja, además de FONTEAGUDO otro maestro cántabro, vecino también de Meruelo, AGUSTlN DEL VALLE. FONTEAGUDO había trabajado ya en Alava; en 1740, siendo vecino de Somorrostro, doró el monumento de Sojo y en 1755, después del dorado del retablo de Betolaza, había dorado el retablo del santuario de Garrastachu en Barambio. Estimado también en Cantabria, doró eI retablo mayor y los laterales deI santuario de Nuestra Señora, la Bien Aparecida.
Retablos Laterales
Había dos pequeños retablos de piedra del bajo renacimiento romanista. Pudimos; verlos y describirlos a fines de la década de 1960, antes de la lamentahle ruina que fue apoderándose de la iglesia. Entonces carecían ya de imágenes y desaparecieron con el desplome del segundo tramo de la bóveda; se conservan algunos fragmentos de sus peanas, columnas y entablamentos junto con otros restos de la iglesia derrumbada.
Los flanqueaban dos columnas clásicas, de orden toscano en uno y jónicas en el otro, que sustentahan entablamentos con los frisos decorados, uno con triglifos y rosetas en las metopas y el otro con motivos de entrelazos. Decoraban los intradoses de sus arcos y el fondo de sus cajas con ornamentación geométrica y remataban en frontones triangulares partidos.
Los dos quedaban enmarcados por sendos pabellones  pintados en el muro.
Cuando los vimos, los fechamos en los comienzos del siglo XVII.
La investigación documental nos ha permitido fechar en 1602 la obra de "las gradas". del presbiterio y "altares de la iglesia", cuando ya estaban construidos y pincelados los dos primeros tramos del templo. El 28 de  julio de 1602 se comprometía a hacer "las gradas". y "los altares" ANDRÉS DE BENEA, maestro cantero natural de Urbina. Muy posiblemente se trataba de estos retablos no sólo de los altares, a juzgar por ciertos detalles de la carta de obligación firmada por BAENA; una obra que, segun se preveía, exigía la permanencia en Belolaza del maestro, oficiales y un mozo aprendiz con "casa, cama  y leña" a costa de la iglesia.
Pudimos ver también en esta iglesia ruinosa, en la misma visita, un pequeño retablo neoclásico de madera, seguramente el "altar del Rosario" fechado en los primeros años del siglo XIX "dorado y jaspeado" en 1843.
Las advocaciones de estos retablos: Santa Catalina y Santa Marina
Los dos retablos de piedra estuvieron dedicados, en principio, a Santa Catalina y Santa Marina.
   
Documentamos la primera advocación poco después de su construcción, cuando en 1615 se situaba una sepultura "delante del altar de Santa Catalina". 
    Junto con esta santa, figura Santa Marina como titular de otro retablo similar en las cuentas del siglo XVIll. En las de 1715-1716 se pagaba a JUAN DE ABAROA, vecino de Santo Domingo de la Calzada, junto al coste del dorado del nuevo sagrario, el de "dorar y componer las dos santas que están en los dos altares colaterales"; y en las cuentas de 1751-1752 el dorador del retalblo mayor, FENANDO ANTONIO DE FONTEAGUDO, cobraba los 450 reales que la fabrica aportaba para el dorado y jaspeado de los colaterales, por hacerles los pabellones de pintura y por "dorar, estofar y encarnar las Ymagenes de Santa Marina y Santa Cathalina de dhos. colaterales"; aunque el coste total había sido 950 reales, "dife rentes bienhechores" abonaron el resto.
 Tales advocaciones dieron paso a otras. Así, según el inventario de 1919, estos retablos cobijaban las imágenes de la talla de la Purísima y San Roque, registradas en "dos retablos de piedra de oro mate". En 1962 López de Guereñu citaba asimismo las tres advocaciones de los retablos menores cle Betolaza, dedicados a la Purísima, San Roque y la Virgen del Rosario. El mismo López de Guereñu había fotografiado la imagen de San Roque, hoy perdida.
Virgen del Rosario
La Virgen del Rosario tuvo en Betolaza una cofradía documentada ya en la parroquia en 1603. Como era habitual en las primeras fundaciones de estas cofradías, la de Betolaza debió tener, en principio, por imagen titular la de la "Madre de Dios" del retablo mayor.
No documentamos imagen alguna de la Virgen del Rosario hasta comienzos del siglo XIX En las cuentas de 1801 a 1802 se pagaban 470 reales por "una imagen de Nª Sra. para las procesiones" más los 21 reales y cuartillo que costaron sus portes desde Vitoria. Calculamos que, por el elevado precio de la talla, era una imagen de buen tamaño, obra tal vez del taller vitoriano de los "Santeros de Payueta". Ya no la vimos en nuestras primeras  visitas a Betolaza.
Vimos, en cambio, el pequeño retablo neoclásico de la Virgen del Rosario. En las cuentas de 1805 a 1808 se pagaban "cuatro mesas de altar a la romana", entre ellas la del altar de la Virgen del Rosario, al dorador LUIS DE FONCUEVA" que las pintó a la vez que el guardavoz del púlpito y varias imágenes de la parroquia. El mismo FONCUEVA cobraba 640 reales por la ejecución del «colateral del altar de Nuestra Señora», el pequeno retablo que vimos, a juzgar por su escaso coste. Lo jaspeó y doró en 1843-1844 el maestro pintor RAMÓN DE SOMARRIBA.
La Capilla de San Sebastían
No queda huella del retablo ni de la imagen de San Sebastián,  santo muy venerado en Betolaza que tuvo capilla propia en la iglesia, seguramente en el flanco sur del templo. Esta capilla está documentada desde las primeras décadas del siglo XVII  en los protocolos de los escribanos y en los libros parroquiales, recibiendo legados en los testamentos de los feligreses de Betolaza y abonos por las obras realizadas en ella a costa de la fábrica parroquial.
En 1629 se obligaba, por ejemplo, el  maestro arquitecto y ensamblador vecino de Eskorialza SIMÓN  CERAIN, a fabricar una puerta de dos hojas para la "Capilla de San Sebastián", "ensambladas en sus paneles y marcos de roble con sus bisagras y cerraduras  y herraje necesario". Según las cuentas  pararroquiales de 1796-1797 esta capilla continuaba como recinto cerrado, ya que entonces se pagaban 206 reales por "una puerta para la capilla de San Sebastián", aparte de los bastidores, pernios y otros elementos de la misma.
La devoción a San Sebastián era más antigua. Ya en el siglo XVI la iglesia recibía mandas testamentarias de aceite para "la lampara de San Sebastián" documentadas en las últimas décadas del siglo, en 1584, 1590 Y 1593, cuando acababa de construirse el segundo tramo de la iglesia.
Las mandas "a la capilla de San Sebastián" se repetían en fechas posteriores, con mucha frecuencia aún en el siglo XVIII. En los últimos inventarios de la parroquia no encontramos restos de imágenes o retablos de esta advocación.
Orfebrería documentada
 Documentamos ya en 1608 en la iglesia de Betolaza «una cruz de plata de mucho valor», para la que, en ese año, se confeccionaba una rica manga, según veremos; a esta cruz añadía diez ducados de plata el maestro platero MIGUEL DE IRIARTE, vecino de Vitotria, al que se pagaba por su trabajo en las cuentas de 1698-1699. En las de 1730-1731 se registraba el abono a PEDRO BOLANGERO de 90 reales por "componer y lucir la cruz parroquial".
Tenía también Betolaza unas vinajeras de plata que se "aderazaban y lucían» en 1678-1679, vinajeras «viejas« que se rehicieron "nuevas» por el platero, vecino de Vitoria, ANT0NIO BONETE al que se pagaban sus "hechuras" en las cuentas de 1690-1691 En 1870 se vendían unas vinajeras de plata junto con dos cálices con sus patenas, acaso los dos cálices "rehechos" en 1730-1731 por PEDRO BOLANGERO, o cuando menos, alguno de ellos.
El platero MIGUEL DE IRIARTE, ya nombrado, cobraba en las cuentas de 1701-1702 el arreglo de las crismeras de plata; éstas se cambiaban por otras nuevas, cuyo "exceso" de 70 reales se pagaba en las cuentas de 1802-1803.
Ornamentos y maestros bordadores documentados
La rica cruz de plata "de mucho valor" de Betolaza precisaba una "buena manga" para su adorno, según la petición de licencia de los feligreses para su ejecución, manga de cuyo elevado importe, 116 ducados, extendía carta de pago en febrero ele 1610 el maestro bordador vecino el Vitoria MARTÍN DE URRUTIA. De menor precio, aunque de telas ricas -"damascu carmesí, con sus caydas de brocatel pajizo y blanco y franjas de seda"-, fue el palio confeccionado para la parroquia en 1622.
Documentamos asimismo a varios "maestros sastres" "cosiendo" para la iglesia de Betolaza. En las cuentas de 1691 a 1692, a BAUTISTA MATRTÍNEZ DE MANDOJANA, veciono de Miñano Mayor; en las de 1712-1713  a FRANClSO IBÁÑEZ DE BETOLAZA, y en las de 1762-1763 a BAUTISTA FERNÁNDEZ DE JUNGUITU, vecino ele Urbina.
Libros corales y monumento
Tenía Betolaza en el coro "tres libros de canto llano", ya en desuso en 1700, por ello se vendieron  por trescientos reales "a un religioso de San Agustín de Santa Catalina de Badaya", con licencia episcopal, para la reposición de ornamentos.
Como iglesia de holgados recursos, hizo también Belolaza un monumento con lienzos pintados por ANTONIO RICO, maestro pintor y dorador vecino de Vitoria, acoplados al armazón realizado por el maestro carpintero BARTOLOME MARTÍEZ DE ULlBARRI. Tenía en la pintura arquitecturas fingidas con "arbotantes", rompimientos de gloria con ángeles y otros motivos efectistas típicos del barroco. Se hizo en Vitoria y, por sus dimensiones, precisó dos yuntas de bueyes para su transporte, según las cuentas de 1738-1739.Ermita de San Antonio Abad
Se trata de una pequeña construcción de mampostería situada en la encrucijada de los caminos que, desde Betolaza, conducen a Ziriano, Miñano Mayor y Miñano Menor. Hoy se encuentra en ruina,
La ermita se había reparado a fondo en 1868.
 Según las condiciones de la obra, se reconstruyó entonces "la pared movida" y se colocaron "en la fachada dos esquinas dobles bien enlazadas», con las piedras de sillería ya existentes, más los "umbrales y tranqueros para la puelta principal"; se "apeó" y se volvió a armar, a cuatro aguas, el tejado de la ermita, se "echó" teguillo "bien solapado" a su cubierta y se puso la carrera de la fa chada "de roble, de buena calidad", Tras de "veinte y nueve pujas a la baja» la obra se adjudicó al carpintero, vecino de Miñano Mayor, SEGUNDO DE URBI NA SAENZ en junio de 1868, por un coste de 8.884 reales de vellón.


  Pórtico
       Espacio reducido situado a los pies del templo, Hoy casi derrumbado.
Conservaba en su interior, incrustado en uno de sus ángulos, un relieve ele piedra con la efigie de la Piedad, resto muy destrozado de un crucero del siglo XVI; el tema se repetía en estas cruces a partir del último gótico y a lo largo del renacimiento, momento en el que se encuadra la pieza que describimos. Hoy se encuentra, desmontada, en la capilla parroquial.

Retablo

       Era de pequeñas dimensiones, de acuerdo con el reducido espacio del recinto, Pudimos fecharlo en los años finales del siglo XVI o en los comienzos del XVII en sus elementos principales. Mostraba al centro dos columnas de fustes entorchados y a los lados otras dos lisas, obra de una restauración posterior, lo mismo que el entablamento de su primer cuerpo. El segundo, quedaba flanqueado por cuatro columnas con sus fustes torsos y capiteles corintios. Remataba en frontón partido.
Se conservaba en la ermita, aunque desprendido de su lugar, el banco de este retablo un panel en el que dos ángeles sostenían una cartela ovalada con volutas en sus bordes y, al centro, las palabras de la consagración
La mesa de altar era del siglo XVIII.

      La "reposición del altar y la colocación en él de las efigies de San Antonio y San Juan", figuraba como obligación del maestro rematante de la obra de reparación de la ermita, adjudicada en 1868, como se ha visto, al carpintero SEGUNDO DE URBINA, Cumpliendo éste la condición expresa en la subasta, "colocó las dos imágenes y recompuso el retablo", seguramente tal como pudimos verlo en la ermita en 1983,

      La imagen de San Antonio Abad, titular de la ermita, es una talla fechable entre los siglos XVII Y XVIII, bien trabajada en los ropajes del santo, destacables también por su policromía y dorado, se encuentra hoy en la capilla parroquial.
Como era frecuente en casos similares, esta ermita acogió la efigie de San Juan Bautista procedente de la derruida ermita de San Juan, situada al noroeste de la Iglesia; se colocó en el ático del retablo y, para acoplarla al nicho que ocupaba, fue necesario cortarla por los pies. Se trata de una imagen expresiva, con buena anatomía y conseguido movimiento, en la que el Santo, como Precursor, señala al Cordero. Puede fecharse en la segunda mitad del siglo XVI, lo mismo que los elementos descritos en el retablo, procedentes acaso también de la ermita de San Juan. La efigie del santo se ha descrito en la capilla parroquial, donde se encuentra hoy.

Pinturas
       A los lados del retablo había dos cuadros de escaso valor y muy deteriorados, con pinturas de la Virgen del Rosario y San Antonio.

Cajonería
     Se conservaba también en la ermita un pequeño cajón fechable entre los siglos }''VIl y XVIII, con rombos curvados incisos en sus cajones y herrajes del momento. Tenía asimismo la ermita candeleros de madera, torneados y con bases triangulares.



      La ermita de San Antonio se documenta en los libros de fábrica de Betolaza y en numerosas escrituras testamentarias de los feligreses de la parroquia a partir del siglo XVIII, seguramente a raíz de su construcción.
Se reconocía en las visitas pastorales registradas en Betolaza durante la segunda mitad de ese siglo, concretamente en las de 1764, 1768, 1773 Y 1793; en ésta se encontraba "decente y muy aseada", según el acta de la visita. En la de 1825 se ordenaba su blanqueo y la reparación del altar.
     Con anterioridad a estas fechas figuraba la ermita de San Antonio en las mandas testamentarias de los vecinos de Betolaza, recibiendo, a partir del siglo XVIII, aceite para la lámpara del santo. Los protocolos de los escribanos del lugar recogen legados que con frecuencia se otorgaban en el siglo XVIII a favor de "las ermitas de San Juan Bautista y San Antonio, y la capilla de San Sebastián".

ERMITA DESAPARECIDA

San Juan Bautista de Eltea
     Más antigua que la de San Antonio, la ermita de San Juan Bautista de Eltea o Heltea se documenta ya en el siglo XVI. Es, seguramente la única ermita, "sin renta", que registraba en Betolaza el licenciado Martín Gil en su visita pastoral de 1556.
Al N.O. del lugar quedaron restos de las paredes del edificio y, en una casa próxima, el arco de medio punto, acceso a la ermita hasta su abandono tras de la ruina acusada ya, como veremos, en las primeras décadas del siglo XIX y acrecentada con nuevos desperfectos al mediar el mismo siglo.

     Al abandonarse la ermita se trasladó su imagen y, acaso lo aprovechable de su retablo, a la de San Antonio, entonces con más vida como ermita de camino y con un santo patrón de ganados y animales de carga.
     La de San Juan había sido, no obstante, lugar de gran devoción. En ella se celebraba la fiesta de la Natividad de San Juan el 24 de junio; en cambio, la Degollación del santo se conmemoraba en la parroquia el día de su festividad litúrgica, el 29 de agosto. Por eso el retablo mayor de la iglesia mostraba, en lugar preferente, la escena del martirio del Bautista.
    Ya en el siglo XVI aparece la ermita de San Juan, a veces con el título de ."San Juan de Heltea, del lugar de Betolaza", destinataria de mandas testamentarias de aceite para el alumbrado del santo. En el siglo siguiente se repiten estos legados, en algunos con el nombre del término en que la ermita radicaba, "Heltea" o "Eltea"; en el siglo XVIII continuaban las mandas para la lámpara de San Juan, ya junto a las legadas a la nueva ermita de San Antonio Abad, como hemos visto.
     La memoria de un curioso legado aporta una muestra, viva durante generaciones, de la festiva celebración del día de San Juan Bautista en Betolaza. Se trata de un pago que, como hemos señalado, se repite anualmente en las cuentas de fábrica de la parroquia desde las de 1670, las primeras conservadas, hasta las de 1758, las finales del libro primero; esta partida continúa figurando hasta los años 1812 a 1813. Se asienta en ella, a veces ampliamente y otras de forma escueta, aunque regularmente cada año, el precio del «vino que se gastó con el concejo y vecinos de dho lugar el día de San Juan, por el Aniversario Perpetuo que mandó Mari Bilbao, por ciertas heredades que agregó a dha Ygª con la referida carga". En las últimas cuentas del primer libro de fábrica conservado, las de 1758, se dice que .«el refresco», lo daba la iglesia el día de San Juan «a la jente que acude a ella a rogar por la alma de Mari Bilbao». El pago del «Aniversario de San Juan» -así figura al margen de muchos de sus asientos-, continuó registrándose en las cuentas parroquiales hasta comienzos del siglo XIX, como queda indicado.
     La ermita de San Juan era también lugar de reunión de los concejos de Nafarrate, Ziriano y Betolaza. Lo hacían en «ayuntamiento en las puertas de Señor San Juan Deltea», «según lo tenemos de uso y costumbre de nos juntar" -se lee en dos cartas de poder de 1638 y 1658 Y en otros documentos-, "para bien y utilidad de los tres lugares" y para el «aprovechamiento que tenemos en nuestro monte de Ayago, propio de los tres lugares», para la conservación de su arbolado de robles y castigo de quienes contravinieren las ordenanzas de la comunidad. Los documentos se databan «en la Hermita de San Juan Deltea del lugar de Betolaza».
      Las actas de las visitas pastorales nos permiten rehacer la vida de la ermita, a través del estado de cuidado o deterioro en que los visitadores la encontraban.
     Conservamos, muy completos, los informes de los siglos XVIII y XIX. En la visita de 1727 se ordenaba la reparación de la pared del Oriente, asegurándola con un estribo; se visitaba también en 1764, 1768 Y 1773, sin mención a posibles necesidades de restauración. En la de 1793, en cambio, su tejado se hallaba maltrecho, con «numerosas goteras» y las paredes con necesidad de un revoque general por la parte de fuera; el visitador acusaba también faltas en las ropas y objetos litúrgicos, ya que encontraba en ella un solo mantel de altar y la cruz de éste, sin crucifijo.
     La ruina se consumó en el siglo siguiente. En 1825 el visitador mandaba restaurar parte de su tejado arruinado, prohibiendo la celebración de misas en tanto no se reparasen sus desperfectos; y en 1857, encontrándose en «muy mal estado», se prohibía de nuevo la celebración de misas en ella. A comienzos del siglo XX ya se registraba como inexistente.

Autor:  Micaela J. Portilla
Catálogo Monumental de la Diócesis de Vitoria

El texto está copiado exactamente como originalmente Dñª. Micaela Portilla ha editado este libro.